Pedir el cielo y jugar con las estrellas,
abrir las manos y tocar toda riqueza...
esa era mi vida, cuando la corona aún era mía,
una vida engalanada por ocres miradas.
Poseía el poder suficiente para afrontar
el dolor o el amor sin mesura, tenía el poder
suficiente para desear, obtener, arrebatar
o rechazar sin conciencia o memoria alguna.
Transforme y destruí como una niña
que aplasta al insecto en su camino,
sin siquiera pensar si decidí o sólo
me enfrentaba al destino ya escrito.
Pero el tiempo paso y no se detuvo,
ni mis lagrimas, ni mis lamentos, ni siquiera
aquel dolor tan inmenso lo contuvo...
la vejez llego sin avisar, la vejez llego...
y con burla me obligo a cosechar lo más duro.
Yo sabía lo que hacía,
sabía que no debía confiar,
pero como toda una dama,
preferí perder, pudiendo ganar.
Te recordaré a cada paso dado,
esperando que este sacrificio
sea el primer error concienzudo,
y que la corona perdida jamás vuelva
porque morir ya no será un lujo.
E.M.E.