DIMINUTA IMAGINACIÓN
La lluvia cae fina y fría sobre el césped, doblando ya algunas flores que parecían marchitarse días antes; en la ventana de la casona se asoma un pequeño rostro, inocente y asombrado por contemplar como se forman enormes charcos en el jardín, en el que juega todas las tardes; el plan de salir a jugar se ha esfumado, suspira y piensa sobre toda la diversión que se fue como el agua que escurría por los ventanales, aquella diminuta criatura ahora tendría que ingeniárselas para pasar la tarde un poco más amena.
De un salto se hecho a correr presurosa hacia la biblioteca de su abuelo, los estantes están repletos de libros de viajes, personajes e historias fantásticas, esos libreros son asombrosos, pero estaba más que segura de que serían mucho más increíbles sí tuvieran un poco más de ilustraciones. Su abuelo fue maestro de literatura en una antigua escuela en Boston, por esa razón toda su casa era como una dimensión alterna a la realidad, llena de poesía, cuadros imposibles de interpretar, reliquias en pequeñas repisas, en fin su abuelo era de toda su familia el hombre más sabio y por mucho también su consentido.
Esa tarde lluviosa la pequeña Lilith se dispuso a pasarla bien y decidió hurgar de entre los libros del abuelo, el menos aburrido, así que optó por subir la escalinata de caracol, cerca de su telescopio y alcanzar en el quinto peldaño del librero izquierdo "Las aventuras de Tom Sawyer", pues en una ocasión mientras merendaban, ella escuchó como el abuelo le hacía recomendación de esta obra a su tía "la devora libros" pues le daría una perspectiva distinta para entender a su hijo que valga la coincidencia y no por rebeldía se llama Mark, como el autor de la novela. Así que estando a punto de tomar ese libro de aquel niño inquieto, sus ojos se desviaron.- ¡Wow!... era algo maravilloso, la pequeña Lilith al parecer había dado por casualidad con el tesoro más preciado de su abuelo, o por lo menos esa era la impresión que daba aquel diminuto cofre de plata empolvado por la mala memoria de la ama de llaves que casi estoy segura, tenía rato de no pasar un plumero por ahí.
Lilith giró su pequeño rostro con mirada un tanto mal intencionada y al ver su alrededor vacío, bajo presurosa la escalinata y antes de llegar a los últimos dos escalones tomó impulso y salto lo más lejos posible y casi sin aliento logró echarse a correr hasta su habitación. la pequeña cerró la puerta y bajo la luz de la recamara, se sentó detrás del costado derecho de su cama lo cual permitía que si cualquier adulto entrase a la habitación no viera ni el menor rastro de su presencia, pues sus escasos ochenta y cuatro centímetros de estatura eran su mejor aliando. Saboreándose aquel pequeño cofre y asomando la diminuta lengua de lado se dispuso a abrir aquel tesoro que el abuelo le había ocultado tan celosamente, después hallaría la manera de perdonar a su abuelo por tener secretos para ella, pero por ahora lo importante era conocer el contenido de ese cofre, así que no espero más, lentamente giro la minúscula perilla y se abrió haciendo un casi imperceptible ¡clic!...
Ese breve sonido la sobresalto, con una pequeña palma volvió a cerrar rápidamente aquel misterioso cofre, lo colocó sobre la alfombra y ella se recostó frente a el de panza y con sus pequeñitas manos recargaba su cabeza mirado fijamente el objeto que la tenía tan inquieta. de pronto se detuvo a pensar... y si el pequeño cofre contiene algún hechizo de una bruja malvada del Oeste y sirve para invocar a los monos voladores, que por supuesto yo sería muy hábil en evadir pero no arriesgaría a mi pobre abuelo; pero que tal que en lugar de un hechizo, tiene un pequeño mapa de como llegar a la isla de Avalón, tal vez el abuelo podría acompañarme, aunque me tocaría cuidarlo todo el camino... y si en realidad lo que tiene ese pequeño cofre es la llave para entrar al mundo de Migdar, que difícil sería sel la guardiana de este tesoro, tal vez por ello es que el abuelo lo oculta de mí, esta esperando a que crezca para que me entregue el cofre y realicé hazañas inimaginables, será mejor que esperé como el abuelo lo tenía previsto.
De un brinco la pequeña Lilith se puso de pie rumbo a la biblioteca y devolvió aquel cofre misterioso que su abuelo guardaba celosamente, ya sin nada de polvo; ahora sólo quedaba crecer y esperar para así algún día ser la nueva guardiana de aquel cofre de plata, que seguramente perteneció a algún rey antiguo o a alguna civilización extinta; mejor me pondré mis botas de hule rojo, un impermeable y saldré a saltar en esos charcos antes de que se evaporen, ya otro día vendré a terminar la historia de Tom Sawyer...
E.M.E.
