DESOLACIÓN
Rabia e impotencia me invaden, quisiera ser dueña por una sólo ocasión de mi existir; te debes a la familia, te debes a los hijos, al trabajo, a los amigos, a los vecinos, a la pareja, a la sociedad... al que dirán, al arraigo de la cultura, a los desniveles de la economía, a las emociones y razones implantadas desde el nacimiento, que hoy invaden y manejan el disco duró de la mente, el corazón y el alma.¿Hasta cuándo? ¿Cuándo podré ser yo?, en qué momento seré libre, en qué momento podré respirar con tranquilidad del inmenso monstruo llamado sistema político (gobierno), económico y culturalmente distorsionado; mi patria me duele, yo misma me compadezco de querer rasguñar el éxito, de anhelar y luchar por un día a día, que sume triunfos, que sumen dignidad.
La depresión del ser humano no radica en otros, radica en lo mal que tratamos la resolución de nuestras emociones, de la miserable lealtad y endeble congruencia entre mente, acciones y discurso. El tiempo pasa y la decadencia avanza, no vivimos, sobrevivimos y los pocos cuerdos, sólo miran la destrucción de sueños y esperanzas, la fuerza nos abandono y se nos prohibió opinar, pensar, ser libres, se nos prohibió existir en la plenitud de este concepto.
Me acató sin condiciones a esta triste realidad, no por convencimiento, pero si por la coacción de todo elemento intransigente que me rodea, sea provocado o circunstancial. Me atan el alma y aceptó la decadencia y la penosa extinción.
E.M.E.