COBARDÍA
Y sin saber por qué, de nuevo aparecía el nudo en la garganta; ya no me sorprendí, pues con el tiempo se convirtió en algo más común; los años pasaban y yo continuaba cayendo en los mismos errores. Esta vez me acorralo como hace mucho no lo hacía, mí única arma fue una mirada sarcástica fingida, un rostro que mostraba todo bajo control, mientras por dentro, sólo gritaba con euforia y revolcaba en idiotez.
Él como siempre me hirió, yo como nunca lo maté; la culpa me comía, pero mis demonios eran más fuertes que cualquier pensamiento que atravesará por mi mente. El estómago fue el primero en pagar ese desastre, regresé a mi casa como una verdadera cobarde, como siempre lo hacía desde hace meses.
Pero hoy algo fue diferente, al despedirme, sus besos fríos me mostraron cuan vulnerable era el piso que sostenía mi alma, digo..., si aún tengo.
Apareció el primer síntoma "los celos", aquellos que esa noche como ácido deshacían mis entrañas, después como segundo demonio, apareció "la duda", pero en esta ocasión fue aislada por su mirada de hartazgo, de mi rostro, de mis gestos, de mí voz... hartazgo de mí.
Me dí la vuelta sin intentar mirarlo, aunque moría de ganas por hacerlo, sabía que no debía, pues ya había hecho tanto daño en tan poco tiempo.
Hoy como ayer, como antier, como hace días y semanas dormiré cansada, dolida, frustrada, derrotada, temerosa, aferrada a su recuerdo y fantasía de sus besos, sus abrazos y caricias que se esfumaban conforme avanzaba la noche melancólica.
Era tan ajena a mí, estaba muy asustada, lo amaba y lo dañaba, el me "amaba" y bebía.
Aprendí a no medir fuerzas con nada, ni con nadie, por que mis demonios son más fuertes que el "amor" que nos profesamos en aquel momento en que me perdí.
E.M.E.